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Diario en el desierto por Geni Rico se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

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Los ojos, el espejo del alma.
Una ventana a nuestra mente y a nuestro interior, tan grande que cualquiera puede entrar por ella.
(Cualquiera que sepa trepar, claro)
Pero a la vez tan pequeña que apenas nos damos cuenta si está abierta o cerrada. También están los masoquistas que la dejan abierta a propósito, aunque lo disimulan muy bien.

Pero bueno, a lo que iba:
Esa ventana a nuestro mundo interior está abierta casi siempre, por mucho que no queramos reconocerlo.
Está ahí para que cualquiera en el bus, en el metro, en la discoteca o en mitad de la calle nos mire,
y de repente... ¡hop! tenemos un intruso en nuestra cabeza.

Algunos se cuelan, echan un vistazo y se largan otra vez, como quien hojea libros en una librería a ver si alguno le llama la atención...
Algunos tan solo se asoman al alféizar y echan una mirada furtiva dentro, como buscando la chica en ropa interior...
Otros simplemente pasan de largo, o tienen la cortesía de cerrar la ventana...

Pero otros (en mi opinión los más cabrones) se cuelan con la agilidad del guante blanco hasta la cocina, y como no tienen mejor cosa que hacer empiezan a revolver, a desordenarlo todo, a descolocar la estantería de sentimientos del bajo-cubierta, incluso algunos te tiran abajo todo el cable eléctrico y te dejan a oscuras.
Que digo yo, vaya tontería, ¿no? ¿Para qué querrías dejar a oscuras a alguien?

En fín... Caprichos del destino, a veces ese ladrón (o ladrona, claro) de guante blanco, tiene tanta puntería que te roba lo que más quieres.
No hay que ponerse metafórico, que si me roba el corazón, bla bla bla. No.
Basta que te robe algo que vayas a echar en falta, cualquier cosa (yo que se lo que tendrá la gente en la cabeza, oye).

Y ahí sí que tienes un problema, colega... Porque no te vas a quitar de la cabeza los ojos de esa persona que (en el bus, en el metro, en la discoteca o en mitad de la calle) acaba de cruzar la mirada contigo.