La cafetería ofrecía una acogedora imagen. En su interior se observaba
una docena de mesas, casi todas vacías, con un candelabro en cada una. Tras la
barra, un atractivo joven leía el periódico. Cuando entraron, el joven miró
hacia la puerta y esbozó una sonrisa. Sejmet se dirigió a la barra, indicando
con la cabeza a Alicia que la imitase.
- Buenas tardes, Sejmet. ¿Lo de siempre? –dijo el joven. Sejmet asintió
con la cabeza, sin decir nada. El joven clavó sus ojos verde esmeralda sobre
Alicia. -¿Y vos, señorita? ¿Qué vais a tomar?
Alicia vaciló un instante, ensimismada por la mirada del camarero y el
hecho de no conocer las especialidades de la cafetería. –Tomará lo mismo que
yo, Gabriel. Gracias. Vamos –dijo a Alicia- sentémonos allí. Es mi mesa
favorita.
La mesa estaba cerca del enorme ventanal que presidía la fachada de la
cafetería. Tomaron asiento una frente a otra, y esperaron pacientemente a que
Gabriel les trajese su bebida. Al poco tiempo, dos tazas de cerámica blanca se
encontraban sobre la mesa, inundando la zona de un agradable olor a hierba
fresca.
-Es té de hierbas del Nilo. No hay un té así en toda la comarca. Me
recuerda a mi país –Dijo Sejmet mientras soplaba el líquido negruzco del
interior de la taza. –Pruébalo, te gustará.
Alicia acercó la taza a sus labios y el olor conquistó sus sentidos.
Cuando probó el té, pensó viajar en el tiempo y el espacio a una época miles de
años atrás. Su sabor evocaba el calor infernal del desierto, mezclado con la
frescura y el olor húmedo de la caña secando al sol.
-Está riquísimo! –Exclamó mirando a Sejmet con los ojos abiertos de par
en par.
-Sabía que te gustaría. ¿Has sentido el Nilo? A veces lo echo tanto
demenos… -Su voz vaciló un instante, para recuperar la compostura al momento
–Alicia, tengo que preguntarte algo, y es muy importante que me digas la verdad.
Alicia levantó la vista de la taza y miró a Sejmet. Su cara mostraba
una mirada seria, pero benevolente. La mirada de una madre que sabe que su hijo
ha hecho alguna travesura y no se atreve a reconocerlo.
-Alicia… Cuando en el desayuno te pregunté por un gato a rayas me
mentiste, verdad? No temas, puedes decirme la verdad. –Sejmet alargó su brazo y
cogió la mano de Alicia, mostrándole su confianza.
- Bueno… Lo cierto es que sí. Sí que me lo encontré… Pero me salvó la
vida… Y cuando vi el cuadro del comedor…
- Pensaste que estábamos interesados en su piel, ¿no es cierto?
–sonrió. –Lo cierto es que mi padre está muy interesado en la piel de ese gato.
Pero no te preocupes, será nuestro secreto.
- No le dirás nada a nadie? –Dijo Alicia, temerosa.
- No, tranquila… -Sejmet se quedó pensativa, mirando a Alicia. Al cabo
de unos segundos, volvió a reaccionar. - ¿Te dijo… su nombre?
-No… Pero él conocía el mío sin habérselo dicho.
-Ya veo… Bien, tú has sido sincera conmigo… Ahora yo haré lo mismo
contigo. –Dio un sorbo al té –Verás… Ese gato… No es un gato. Es una persona
muy especial para mí.
Alicia estaba desconcertada: ¿por qué podía ser tan especial para ella
ese supuesto gato, si su propia familia codiciaba su piel? Dio un sorbo al té y
se preparó para escuchar lo que Sejmet tenía que decirle.
- Ese gato que has visto es una criatura única en el universo. Lleva
caminando sobre la tierra desde que el hombre apenas era un esbozo de lo que
es. Nadie sabe su nombre, ni de dónde viene. Sólo que está en este mundo para
mantener el equilibrio, manteniéndose al margen de todos los conflictos del
resto de las criaturas del planeta. Por eso, Alicia, me resulta muy extraño que
te lo hayas encontrado, y mucho más que te haya salvado de una muerte segura a
manos de Hatta… Puede que tengas por delante un gran futuro, pequeña… Y él lo
sabe.
Sejmet miró por el ventanal hacia la inmensidad del lago. El Sol se
reflejaba en sus ojos negros como el azabache, y delataba el brillo lacrimoso
de la melancolía.
- ¿Y por qué es tan especial para ti? –Preguntó Alicia, al no recibir
explicación a la pregunta que más atraía su curiosidad.
- Él… -se serenó y volvió las vista hacia la taza de té – Le conocí
hace muchos años, más de los que mi aspecto refleja. Yo aún estaba en Egipto.