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Diario en el desierto por Geni Rico se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

pongamos que hablo de la mar

Coches encallados en cruces
de noche y niebla,
barcos naufragados en alcohol
por las aceras.
Marejadas
entre esquinas y sábanas,
mientras tanto,
el faro de Moncloa observa.

Manos polizonas
en bolsillos forasteros,
piratas de estraperlo
de navaja suelta.

Mares de cristal bajo el asfalto,
espuma blanca en discotecas,
y nubes de tormenta permanente
ocultando las estellas.

Poeta de agua dulce,
que no ves la mar en la arena
en el cruce de caminos,
escota de mar, cielo y tierra.

martes, 22 de septiembre de 2009

fragmento

- ¿Sabes? No suelo dar dos besos a la gente. Tampoco la mano. Como mucho un vago “hola”, o un desganado “hey”. Por eso suelen llamarme “borde”, “prepotente”, o la gente con menos vocabulario “gilipollas”.

- La verdad, no es que me importe mucho, pero me hace gracia. Nadie se plantea un porqué a esa situación. ¿Por qué tengo que estrechar mi zarpa con la tuya, si no te conozco de nada? ¿Por qué tengo que dejar mis gérmenes en tu mejilla, si no te he visto en mi vida? Sinceramente, a veces pienso en sorprenderles con un “perdona, no quiero contagiarte”, así no tendré que escuchar tus futuros comentarios contra mi forma de ser…

- Pero piénsalo. ¿Cuánta gente a la que diste dos besos, o estrechaste la mano, ha aportado algo útil a tu vida? y, aún más divertido… ¿De que sirvieron todas las palabras y pensamientos compartidos con ellas? Eso si es que has tenido suerte y te ha tocado un cerebro algo espabilado, claro.

- La verdad, no se si me resulta más divertido ver la repelencia humana, o como el mundo se va a la mierda. Porque se va, Derek, se va. Al igual que yo, sabes que somos un cáncer, sabes que sobramos en el planeta. Corrígeme si me equivoco. Nosotros nos matamos, y de paso también a Gea. Aunque no hace falta llegar a esos términos tan globales… ¿No crees? A ras de suelo y uno por uno también nos matamos. Y crees que la gente no merece la pena, ¿verdad?

- Pues déjame decirte algo, gilipollas. Ni se te ocurra pensar que te pareces a mi en lo más mínimo, por creerte autodestructivo y misántropo. Si no fuera por ellos, ¿quién alimentaría tu vanidad mórbida? ¿quién te felicitaría por tus trabajos, quién te saludaría como tu mejor amigo? ¿quién te miraría desde tu pecho como deseando volver a follarte? que demonios… ¿quién te llamaría misántropo?

- No te engañes, imbécil, porque eres igual que el resto. Te sientes diferente por odiarles, pero para ser un misántropo hay que empezar por odiarse a uno mismo. Y eso no es nada fácil. ¿Te daría igual que mañana se acabase el mundo? ¿Te daría igual que mañana se extinguiese la raza humana, aun sabiendo que tú serías el primero? Necesitas de ellos como un mosquito necesita la sangre. Porque no eres más que eso, el jodido mosquito que zumba en tu oreja a las tres de la mañana. Deja de llamar la atención, de tocarle los huevos al mundo, trágate tu puta vanidad, y vuelve por aquí. Entonces sí hablaremos de misantropía.

- Ahora vuelve a tu puta cama de hospital, o créeme que no volveré a escribirte.

Aquel joven apagó el cigarro en el suelo y me dio una hostia en la cabeza. Cuando abrí los ojos, una extraña máquina emitía suaves pitidos a mi izquierda, y un hombre de edad avanzada respiraba forzosamente entre una maraña de tubos… De pronto, una enfermera abrió la puerta del hospital.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Fragmento

Esos ojos… Esos preciosos ojos…

- La oscuridad que encierran, el silencio de su iris titilante en la sombra, que parece relucir en la más profunda de las muertes. Tus ojos… Que encierran el alma más pura y lasciva, el Ragnarok de una Luna marchita y el Apocalipsis de un Sol decadente.

Se rascó las aletas de la nariz, como nervioso. Sus manos se movían temblorosas y aceleradas de aquí para allá.

- Esos que miran y acarician y besan y aman y odian en un mismo parpadeo. Alguna vez quise navegar en ellos, y echar a pique mi barco, a hachazos contra la quilla para llegar al fondo de tu siniestra penumbra. Pero era más divertido dejarme llevar por las tempestades de tus pestañas… Sí…

Volvió a rascarse la nariz, esta vez con el antebrazo. Con su mano derecha se tocaba al cuello como si mil úlceras crecieran en su yugular.

- Y tu mirada… Tu amada pupila… Tan transparente y tan opaca, tan nítida, tan distante, tan
traslúcida y borrosa. Tan brillante como un espejo… Cómo me gustaba ver tu mundo reflejado en ella.

Movió la cabeza de lado a lado, como intentando desentumecer su cuello.

- Tu mundo... Mi mundo… ¿Mi mundo? Verme reflejado en ella… Mis ojos en tus ojos… Mi cara en tus ojos… Mi cuerpo en tus ojos… Mi mundo… ¿Mi mundo? Si… En tus ojos…

- Mi…

- ¡Hmpf! Mundo…

Cayó hacia atrás, guardando algo en su mano. Lo miró, lo acercó a sus ojos y inhaló fuertemente su aroma.

Se levantó, y miró con desprecio hacia la cama. Sobre ella, el cuerpo de una joven de unos veintiocho años yacía putrefacto enredado en las sábanas.

- No te preocupes por ellos, los guardaré bien… Tú ya no los necesitas.

En su mano, dos ojos de agua caribeña lloraban sangre y miraban a la eternidad a la cara.

martes, 1 de septiembre de 2009

Fragmento

No le gustaba ir a la playa.

Era uno de esos abrasadores días entre Juilo y Agosto. El sol irradiaba con fuerza a través del toldo del bar. La cerveza, fría como un demonio, goteaba sobre sus vaqueros en cada sorbo, creando lágrimas de plateado brillo en sus muslos. Levantó la botella al cielo, como brindando con dios, y se quedó observando una de aquellas perlas transparentes.

Cómo resbalaba por el casco, lenta y dificultosamente.
Cómo, una vez liberada, caía libre por su universo en miniatura.
Cómo, fugazmente, llegaba al pantalón, y se fundía con la tela.

Le dio un largo beso a la botella para acabarla, y la dejó sobre la mesa. Acarició la húmeda superficie.

- Al menos nosotros siempre tenemos algo bueno cerca.- pensó.

El sol irradiaba con ansia sobre todas aquellas pieles morenas, como un verdugo flagela la espalda de un condenado. Un grupo de niños jugaba a la guerra con pistolas de agua, apenas unos metros más allá. El más mayor apenas rozaría los diez años. El más pequeño de ellos, de unos tres años, se cobijó junto a él, perseguido por otros tres chavales que le sacarían un par de años a los sumo. Sus ojos color miel centellearon a la luz y se cruzaron con los suyos:

- ¡Ayúdeme, señor!-. Derek esbozó una sonrisa, y se giró hacia los perseguidores.

- ¿Dónde vais vosotros tan rápido, eh? ¡Él es mi protegido! ¡Esto es zona de tregua!

- ¿Zona de tregua?, Jo, Danny, siempre haces lo mismo…- Se lamentó uno de ellos. Llevaba un bañador rojo y blanco, con un graffiti en la pernera derecha.

Cuando los invasores se fueron, el pequeño se acercó a la barra, cargó su pistola de agua. Después se acercó a la mesa de Derek y le dio las gracias, al tiempo que sus cuatro pares de párpados se entrecerraban en un malicioso gesto y echaba a correr hacia sus agresores.

Derek aprobó con la cabeza, y volvió a su botella. Gracias a dios, aún estaba medio llena. Tomó otro trago y miró a su alrededor de nuevo. Los niños jugaban mientras sus madres hablaban sobre la boda de algún famoso de Hollywood tumbadas en sus hamacas, una pareja de ancianos paseaba por la orilla del mar, y dos chicos jóvenes jugaban al tenis en la arena mientras una pandilla de chicas se situaba en el lugar exacto al que más veces se les había escapado la pelota. En el agua, una treintena de personas nadaba en el hielo líquido del Atlántico para mitigar el calor.

-No se por qué sigo viniendo aquí…-, pensó.

No, definitivamente, no le gustaba la playa.

Empujó las ruedas de su silla y se dirigió a casa.

jueves, 27 de agosto de 2009

Fragmento

Derek se despertó sobresaltado. Se encontraba en una habitación completamente blanca e impoluta, con una pequeña televisión colgada de la pared frente a él. A su lado, un hombre de unos cincuenta y cinco años respiraba con dificultad a través de un tubo que salía de su boca, mientras una máquina emitía sendos pitidos con una hipnotizante cadencia.

- Vaya, por fin te has despertado, ¡buenos dias!- dijo la enfermera. Vestía de color verde hospital, y su cara reflejaba una mezcla entre alegría y alivio.

- Em… si…- balbuceó Derek mientras intentaba incorporarse – Perdone… ¿Cuánto tiempo llevo aquí?

- El suficiente como para ponerte bien, y dejar de preocuparme. – Los oscuros ojos de la enfermera contrastaban con su melena rubia. – Estuviste dos días inconsciente, pero estable. Y esta mañana parece que empezaste a soñar. ¡Menudo susto me diste! No se que soñarías, pero incluso sufriste alguna que otra convulsión.

- Pero ¿Cómo he llegado aquí? – al incorporarse, un dolor punzante recorrió su cuerpo desde el hombro derecho.

- No sabemos en qué estarás metido, pero un joven te encontró en la calle, en la esquina de Norfolk con la séptima, casi desangrado con una herida de bala en el hombro. Te trasladaron aquí de urgencia en la ambulancia, y parece que hemos conseguido mantenerte con vida. –La cara de la enfermera reflejaba preocupación, a la vez que una gran sonrisa al ver que el joven era capaz de hablar normalmente. Parece que la leve amnesia que sufría no le preocupaba demasiado. – Bueno, te traigo la comida. Se que no es gran cosa, pero ya sabes, la comida de los hospitales deja mucho que desear.

La enfermera le colocó la bandeja de comida sobre una mesita con ruedas y se la acercó. Le hizo una suave caricia en la cabeza y se alejó hacia la puerta.

–Me alegro de que estés bien- exclamó, y salió de la habitación.

-¿No había un sitio mejor para enamorarse que este?- Una anciana voz retumbó en su cabeza.
El viejo le miraba sin mediar palabra, fijamente.

lunes, 10 de agosto de 2009

Fragmento

Otro día más. La misma discoteca, las mismas caras. El mismo baile decrépito. La misma música. Repetitiva. Pum. Pum. Pum.

Miró a su alrededor. Saboreó una vez más aquel veneno líquido que hacían llamar ron. Si el Capitán Morgan hubiese levantado la cabeza, no habría quedado ni un solo tabernero en pie. El olor de la copa inundó su pituitaria, su paladar, su faringe e incluso su recto. Para qué mencionar su sabor.

Miró a su alrededor, una vez recuperado del escalofrío de la cicuta penetrando en su organismo. Cabezas y más cabezas. Ojos y más ojos. Luces, neones y flashes. Todo, un batiburrillo de olores, sabores, sonidos e imágenes que su cerebro se esforzaba por ignorar. Todos juntos, todos uno. Una manada de gente, una masa ingente de carne trémula dispuesta para ser devorada por sí misma. Hombres contra mujeres. La mujer un objeto, una presa que se ofrece, mostrando sus carnes y su contoneo al predador. El hombre, una masa de carne con dos ojos y una polla, dispuesto a fecundar a la hembra aparentemente más fértil.

Y nosotros somos los civilizados. Los racionales. La veda del cuerpo estaba abierta al mejor postor, ya fuese hombre, mujer o caballo, todos deseaban pillar cacho. Ya fuesen guiados por el alcohol o por la quetamina, aquella olla a presión de hormonas estaba a punto de explotar.

Miró a su alrededor. Era Febrero. Martes de Carnaval, para ser exactos. A su izquierda, una chica, en su tiempo libre la mayor feminista de Detroit, ahora una cat woman envuelta en lujurioso cuero en busca de un león de gimnasio al que arañar. A su derecha, un Hulk desteñido, con una camiseta de tirantes a punto de explotar, y cuyas gónadas se intuirían de un tamaño inversamente proporcional a la cantidad de esteroides que circulaban en su sangre. Asco. Puro asco de la raza humana.

Y tú, ese que estás enfrente, eres el diferente. Eres el que no hace lo mismo que la manada, el alternativo, el distinto. Al que no le va el rollo de las discotecas, el único al que sus amigos llaman “colgao”. El loco, el cachondo, el guay, al que no le mola el rollo del ligoteo fácil, de la carnaza, de la mujer como icono sexual, el tolerante, el feminista, el que no baila porque no le mola exhibir su cuerpo, el diferente a la manada, el que es a veces ángel y a veces demonio pero siempre él, el profundo, el que quiere algo más, al que le importa más la mente que el físico…

Si, tú. Sabes tan bien como yo que somos únicos, originales e irrepetibles…
Pero, qué casualidad, que estamos los dos en esta discoteca…

viernes, 7 de agosto de 2009

Fragmento

Caminaba cabizbajo por la treinta y cuatro, sin rumbo. No necesitaba ir a ningún sitio. No llegaba tarde, pero caminaba rápido. Sin destino, sólo hacia donde soplase el viento. Se sentía como una hoja mecida por la brisa del océano, más por su caminar errante que por su sensación de libertad.

Apenas pasaba media hora del mediodía, y la calle era un hervidero de hormigas frenéticas, pululando de aquí para allá a un ritmo vertiginoso. Nadie se paraba a hablar con nadie. Nadie saludaba a nadie. Nadie miraba a nadie.

Nadie…

Caminaba cabizbajo. Solo. Rodeado de una multitud de personas. Solo. Sin nadie que le dirigiese la mirada. Sin nadie que le dirigiese la palabra. Sin nadie a quien agarrar de la mano, sin nadie con quien caminar.

Levantó la vista. Algunos hablaban por el móvil, para concertar algún tipo de cita. Otros, escuchaban música para entretenerse. Otros más allá caminaban mirando al frente, como un radar apuntando la dirección a la que debía dirigirse el cuerpo.

No os engañéis.

No estás concertando una cita, estás escapando de tu soledad.

No estás escuchando música por que te gusta, si no para crear un micromundo dentro de tu cráneo.

No buscas tu destino con la mirada, te absorbes en tus pensamientos.

¿Por qué?

Porque vosotros, al igual que yo, también os sentís solitarios granos de arena en un desierto. Porque no podéis aguantar estar tan solos aun estando rodeados de vuestros semejantes. Porque en vuestra soledad sois incapaces de interrelacionar con vuestro vecino de asiento en el bus, y preferís ocupar el sitio solitario. Porque a lo mejor ese completo desconocido os habla, y dejáis de estar solos.

¿La diferencia?

La diferencia es que vosotros tenéis que evadiros de la soledad. Yo tengo los cojones de cargar con ella.

Bueno, eso… Y además que mi MP3 se ha quedado sin pilas.

martes, 28 de julio de 2009

sin título

Vivo,
echándote de menos.
Vivo,
esperando tus caricias.
Vivo,
recordando cada beso.
Vivo,
en la imagen de tu sorisa.

Muero,
en tus ojos,
en el momento en que se cruzan.

Resucito en un beso,
y vivo en su recuerdo
hasta morir de nuevo
en tus pupilas.

martes, 7 de julio de 2009

SONETO A ASTURIES

Una voz clama desde las montañas,
una fuerza sobrehumana tira de mí.
Un vínculo eterno a mi espalda,
un amor que muere por tí.

Una ola me trajo tu aroma,
un urogallo me trajo tu voz.
El asturcón que en tus montes asoma
siento más que nunca correr por mi interior.

El orballo en tus bosques de carbayos,
la arena de tus playas en mis pies,
cobijado en tus fronteras muchos años.

Y si algún día preguntan, ¿que diré?
Miraré a los ojos, en su hombro mi brazo:
Asturias, paraíso terrenal, ¿o no lo ves?

jueves, 2 de julio de 2009

Lágrima

Lágrima.
Recorre el autopista de tu rostro.
Atraviesa el frío del invierno.
Acaricia el brillante ámbar.

Lágrima.
Arrastra su dolor.
Enjuga tu amor
en el pino muerto a tus pies.
- ¿quién eres?
No llores.
Tan solo carga con mi cuerpo
al último de los puertos que visitaré.

martes, 30 de junio de 2009

ARTE

Filtros de madrugada,
el techo blanco me devora
me observa entre cruatro muros
mientras abrazo a mi sombra.

Compañera de fatigas
más por pena que por gloria,
le desvelo entre susurros
nuestros secretos de alcoba.

Ella escucha, interesada,
incuso a veces se incomoda,
al mencionar tu mirada
ancla férrea en mi memoria.

Le hablo de tí,
asiente la almohada,
y los demonios de mi cama exploran
una habitación vacía,
una habitación que llora.

"Enamorado de su arte"
-me replica mi sombra-
"es como muere el artista"

"En sus brazos muere cáncer,
En sus brazos, cada hora"
-le respondí, sin prisa-.

"Pues son mis letras sus miradas,
y su cuerpo es mi escultura,
sus dibujos son mi alma,
y mi guitarra por ella aúlla,
herejía es nuestra danza,
nuestro mundo arquitectura,
y sueño de cine fue un "mírame".
Ahora, dime:
teniendo las siete artes,
qué artista quiere una musa?"

ALABASTRO

Y ahí estás…
Envuelta en el manto de la noche,
Mientras los gritos del alba
intentan despertarte.

Ahí estás…
En el velo de los sueños,
Te abrazo sin barreras,
Te protejo, te guardo
En mi cajita de seda.

Ahí estás…
Te duermes con una sonrisa,
Puedo dormir tranquilo…
Y tu piel es alabastro bajo la luna,
Y tus ojos, trazos de azabache,
Tu pelo una zarza, enmarañado…
Te mueves, te has despertado…

Duerme, mi amor…
Duerme…

jueves, 25 de junio de 2009

MIL ROSAS

Con las manos vacías me has inspirao el alma,
y ahora el humo de tus besos se acumula en mis entrañas,
que mis versos son cristales que en el pecho se me clavan
de no mirarte, morena, y amanecer solo en la cama.

Que rasgando una guitarra con la voz más que quebrada
quiero oir esos ojitos vocear mi nombre en bragas
y con el caos de mi garganta entre sombras entre sábanas
echarme a perder, y nacer otra vez en tu mirada.

Clavé mil rosas negras en mi colchón
pa que el dolor de no verte se marchase
y en las cuatro esquinas de mi catre
ahora rezan mil demonios su oración.

Que las espinas de mi cama me desgarren
toda el alma, y que me dejen sin aliento
si este cuento no es gran parte
del hielo que se esparce de mi frio corazón.

Pide mi brazo y te lo niego, que me quedo sin tocarte
y sin tocarte yo no vivo, pídeme mejor un angel;
me falta tiempo pa bajarlo y sus alas arrancarle
pa que vueles hasta el cielo, pilles una birra y bajes

A beberla en el tejao sin tejas de mi suerte
y pa que fumes aliñao en las cenizas de mi muerte.
Tu no te quedes mucho rato y no me tientes
que llevo ya demasiao tiempo sin olerte.

Que rasgando una guitarra con la voz más que quebrada
quiero ver esos ojitos observarme aqui en mi almohada
y con el caos de mi garganta entre sombras entre sábanas
que seas mi escalofrío que me pasa toa la espalda.

Que las espinas de mi cama me desgarren
toda el alma, y que me dejen sin aliento
si este cuento no es gran parte
del hielo que se esparce de mi frio corazón.

Y las rosas negras en mi colchón
no te impiden que te marches
que yo me quedo aqui en el catre
con mis demonios recitando mi oración.

EL PACTO

El réquiem de mi guitarra
A tu estrella lanza sus aullidos
Que, como en un telar los hilos,
Se entrelazan con la negra túnica,
Y una danza macabra narra.

Asomado a la ventana miro
A la noche a su fría y delgada cara
Y ella hiela mi alma con sus alas,
Celosa de que sea tuya mi música,
Y feliz de que no duerma contigo.

Me siento polizón en tu mirada,
y Dios me deshereda por lo que escribo,
por la blasfemia del cruce de caminos,
porque ya no señala el norte mi brújula,
porque es mi vicio ahora el que habla.

En la noche… ladridos.
Perros del demonio me desangran
Y arrinconan a mi cuerpo en una cama,
Dejándolo a merced de lenguas víboras
Tras pactar con el diablo mi destino.

Y aúlla virtuosa mi guitarra,
Aúlla hacia tus oídos.

DOCE VERSOS

Te doy este corazón que a mi no me vale.
Corazón de tabaco y de noches de días,
de caricia, polvo y puerta,
de mirada cebreada de puertas abiertas
al alma.

Corazón cazador de estrellas fugaces
Destilero del vino tinto de tu cuerpo
Borracho conocido en la faz de la tierra
Arrítmico bailarín con botas militares.
Cuidado, sangra.

No vale mucho, pero creo que es tuyo
Pues, entre sueños, una noche dijo tu nombre.

QUE LE DEN POR CULO AL VIENTO

Las palabras que se escapan de la sauna de mi almohada,
Acarician lujuriosas el bajo vientre de tu alma
Y se lanzan como balas a estrellarse en tu mirada
Porque el cielo de tu boca es lo que falta por besar.

Bájale las bragas a mi mente y hazme un niño
y a los ojos de la vida, rojos humo hazles un guiño
cuando agache mi cabeza en el camino de la felicidad
y aprietale los huevos a San Pedro si es que dejas de gozar.

Las paredes de mi cuarto son de sangre carmesí
De las hostias de mis manos pa poder llorar por ti
Ni una perla de reptil, de dolor de bisturí
de joder a los vecinos evitándoles dormir.

Y en tu mano la correa de este perro viejo verde
Raro como las estrellas que se escapan de ti al verte
Que le den por culo al viento
Puta envidia de tus ojos, puta envidia al no tenerte.
Que le den por culo al viento, esta noche…
A mi me toca olerte.

Una mierda de la calle le hizo gracia a una amapola
Y a las horas de la siesta en la playa con las olas
A los ojos del Lorenzo en el lienzo de tu espalda pinto el mar
Mi saliva es una tinta de colores invisible a los demás.

A tu lao soy un cachorro, un zorro hambriento y tu las uvas
Dame un mordisco de la fruta de tus labios, cuerpo y vulva
A los pies de nuestra cama quitarnos la ropa y la piel,
Duerme, que yo te cuido de la sombra hasta el amanecer.

Y es que el sexo aquí es un verso que se escribe en edredones
Y la cama es pentagrama pa escribirte estas canciones
Que es la mano de una diosa la que escribe estos renglones
Pinta estrofas de mañanas ojerosas de ilusiones

Y en tu mano la correa de este perro viejo verde
Raro como las estrellas que se escapan de ti al verte
Que le den por culo al viento
Puta envidia de tus ojos, puta envidia al no tenerte.
Que le den por culo al viento, esta noche…
A mi me toca olerte.

SOÑAR

Un saludo.
Dos besos.
Un abrazo.
Hablar.
Miradas…
Complicidad.
Una cerveza.
Brindar.
Hablar.
Miradas…
Bailar.
Un roce.
Mirar…
Acercarse más.
Hablar.
Hay algo raro.
Mirar…
Acercarse más.
Un poco más.
Besar.
Congelar el tiempo.
Besar.
Salir.
Besar.
Una mirada…
Acariciar…
Sentir…
Mimar…
Morder…
Sudar…
Besar…
Mirar… Y enamorar…
Abrazar…
Dormir…
Despertar…
Mirar…

Dejar de soñar.
Lamentar.
Desperarse. Solo. Una vez más.

NOCHE

el silencio me habló de ti:
mi vida espera a tus ojos
espera ahogarse en tu pecho
ascender al infierno por tus labios
un latido de nácar marchitado,
pregón de la muerte
tu aliento, mi vida.

la mar me habló de ti:
espuma de hierro
frío oceano de hiel
habló de tí, y calló.
celos...

el faro me habló de tí:
abrazo.
mínimo lucero de la noche.
pulso latente en sus ojos
azabaches, carbón de mina,
arden...

el cielo me habló de tí:
brillaré por ella.
la verás radiante, diosa.
mi sábana acaricia su rostro
blanco nácar.
baño de Luna.

y al final, todos hablarán
unidos, con nosotros,
la noche nos acuna
y nuestra nana será la mar
y nuestra cuna el silencio,
el faro, el cielo y la Luna.

INFINITA

esta mañana la mar me gritó al oído

sentí su lamento en forma de brisa,
noté sus salinas lágrimas en mi piel,
acaricié su fría cara con mi mano desnuda,
y me devolvió una caricia en mis pies descalzos.

la miré a los ojos, cara a cara
sin miedo, pero con un respeto infinito
hacia su poder, su formidable fuerza
recordando a todos aquellos
que la maltrataron.

le conté lo que la echaba de menos,
lo duro que se me hacia la vida sin ella,
la tortura que me provocaba no ver su rostro,
el pesar que me produce no estar a su lado.

Ella me correspondió con un beso,
con un abrazo en su espuma,
me regalo un frasquito con sus lágrimas,
y sentí que para ella no sería un extraño...

cuando abrí los ojos, estaba en mi cama
enroscado entre sábanas, y añorándola de nuevo.

POESIA

bendita linea trazada en lo puro
linea que arrastra dulce dolor
tan simple como una mente
tan vulgar como el mas grande emperador
tan idiota como un enamorado
tan compleja como la sonrisa de un niño
tan bella como el infierno
quema
arranca llagas de lava virgen
en la piel de las entrañas
acoge en su regazo a la soledad
hipocrita y sincera
astuta pero simple
casta y libertina
amada por tus detractores
odiada por tus aliados
arrancas miradas tensas
calmas las almas mas fogosas
avivas las llamas apagadas
apagas la vida, la apagas
y pagas a Caronte para que crucen la Laguna
en su barca