Copyleft Creative Commons

Licencia Creative Commons
Diario en el desierto por Geni Rico se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.

lunes, 21 de febrero de 2011

Autobiografía de un demente

El lector atento y observador habrá notado en más de un escrito
en este blog algunos tintes autobiográficos, algunos reales, otros no.
En este caso y para que no quede la menor duda,
se lo dejo claro desde el mismo título.
Se pueden decir mil cosas cuando se habla con alguien,
pero lo que piensas realmente se te quedará dentro.
Siempre hay una verdad que no le contarías ni a tu madre,
un secreto inconfesable o una realidad dolorosa, que,
por mucha sinceridad que destile tu caracter, nunca saldrá de tu boca.

Y a mí se me quedaron tantas cosas que decir...

Cuántas cosas quería decirte y no te dije, y solo miraba
y buscaba y esquivaba la complicidad en tus ojos, aquella
complicidad que saltaba a la primera de cambio.

Yo no hablaba, yo solo esperaba, te escuchaba,
pensaba en el abrazo que acababa de darte al verte de nuevo,
y añoraba caminar por Madriz cogiéndote la mano,
buscar una cervecería y hablar sirénido o gñapés
y que la gente nos mirase raro,
pensaba en todo lo que habías sido
y en todo lo que eras en ese momento.

Tu hablabas. Y hablabas mucho.
Incluso por momentos me pareció demasiado para ti (y eso que tu eres habladora).
Supongo -porque no me puedo meter en tu cabeza- que querías manejar la conversación,
monotemática y con pocos puntos de inflexión, todos ellos relativos a un tema que, si se me permite, es bastante trivial. Me refiero, suele ser un tema para romper el hielo, no entraña demasiada profundidad -tampoco pretendo decir que carezca de importancia-. Fue una conversación encorsetada y encauzada a no ser demasiado profunda, con miles de temas tabú, bromas tabú y millones de comentarios que se quedaron en nuestras cabezas porque "ya no somos nadie para decirnos nada el uno al otro".

Cuando nos despedimos, miré hacia atrás,
esperando que "balada triste de trompeta" me hubiese dicho una mentira.
Todo indicaba lo contrario, así que me sentí ridículo,
aunque ya es sabido que sin guion nada acaba bien.
Despues intenté vomitar algo en 155 caracteres
y acabé llenando tres mensajes de texto.
No se cuando recibí tu contestación,
pero pedías perdón por haber tardado,
así que supongo que fue tarde.

Pese a todo, creo que el pensamiento que más dolía
-y a la vez que el más absurdo de todos-
era el deseo de que se te cruzase el cable
y aparecieses por Atocha.

Como una vez esribió el sabio:
"si deseas algo, el universo entero conspira para que se cumpla"
y tuvo que darse la puta casualidad que había luna llena.

Así que, compuesto, borracho, magullado y sin cerebro
soporté miradas de catorce horas pensando
"por qué Geni tiene tan mala cara"
sin que ninguna de ellas tuviese el valor de decirlo.